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El Mail de JRG

Si aún no has leído la Primera Parte de nuestra escapada en moto de Osaka a Awaji, te estás perdiendo cómo casi atropellamos un abuelo en bici y cómo unas luciérnagas de mar nos robaron el corazón.

Pero si ya vienes con el motor caliente…

Día 2: Muffins y cascadas secretas

El cuerpo dolía"el culo, sobre todo" pero la sonrisa seguía ahí.
Nada de “vacaciones de relax”. Esto era una ruta en moto con alma, y cada curva nos esperaba con algo nuevo.

🧁 Kozora-so: muffins, montaña y calma total

Nos dirigimos hacia Kozora-so, un sitio escondido entre colinas que parece sacado de un catálogo de escapadas bucólicas. Muffins caseros. Café que huele a domingo. Y unas vistas que te invitan a no volver nunca a la ciudad.

📸 Las letras de AWAJI y la estética de la costa

Después del desayuno y unas curvas suaves, llegamos al lugar más "instagrameable" del viaje: las letras gigantes de AWAJI frente al mar, con una hilera de palmeras que parecen saludarte con estilo caribeño.

Foto obligatoria.
Y otra más con el mar de fondo, que nos recordó lo surrealista de este viaje. Porque Awaji, aunque es una isla, no huele a mar.
No hay brisa salada. No hay esa humedad pegajosa. Y las playas parecen más bien infraestructuras anti-tsunami que lugares para broncearse. Pero oye, eso también tiene su encanto: todo es inesperado.

⛩️ Santuario Aigaiwatonobutatsu y la ruta mágica

Seguimos rodando hasta un pequeño santuario casi secreto: Santuario Aigaiwatonobutatsu. Nombre imposible, lugar precioso.

Lo encontramos de casualidad. Silencio total. Una puerta torii, árboles viejos, y esa sensación de que el tiempo aquí no pasa, solo observa.

Tragaluz natural en el santuario Aigaiwatonobutatsu.
Tragaluz natural en el santuario Aigaiwatonobutatsu.

Luego, empieza la parte mágica del día: una secuencia de lugares que parecen sacados de un sueño.

🌻 Campo de girasoles y la puerta rosa de Doraemon

En medio de la nada, giramos una curva… y un mar de girasoles gigantes. Amarillo hasta el infinito. Y allí, en medio del campo, lo más japonés que podrías imaginar:
la puerta mágica rosa de Doraemon.

Sí, una puerta rosa. Sola. Sin contexto.
Te hace reír. Te hace pensar.
Y te recuerda que las rutas desconocidas suelen tener un as bajo la manga.

💦 大城の滝 – La cascada secreta

Pero lo más épico del día aún estaba por llegar. Consultamos un mapa polvoriento en un sitio abandonado, vemos un símbolo de cascada, y decidimos lanzarnos a la aventura.

Carretera sin asfaltar.
Tramos donde solo pasaba una moto.
Bosque cada vez más espeso.
Y de repente: 大城の滝, una cascada impresionante, salvaje, sin turistas.

Nos quedamos solos. Ni rastro de nadie.
Solo el ruido del agua, los insectos y nosotros dos, con una sonrisa tonta en la cara.
Esa cascada no estaba en ningún blog.

🍣 Cena en el pueblo fantasma (pero con sushi)

La luz empezó a caer, y el hambre nos hizo buscar sitio para cenar. Pusimos Google Maps, buscamos algo abierto, y nos llevó a lo que parecía una zona post-apocalíptica. Luces apagadas. Calles vacías. Casas medio en ruinas.

Pero, como por arte de magia: ¡una barra de sushi abierta, luminosa y acogedora!

Carretera secundaria bajando de la cascada.
Carretera secundaria bajando de la cascada.

Día 3: Icónicos y el regreso épico

La mañana del tercer día llegó con esa mezcla agridulce: Felices por lo vivido, tristes porque se acaba.

Pero todavía quedaban un par de paradas antes de volver.

🪜 Escaleras al cielo y columpio al mar

Fuimos a 幸せの階段 (las escaleras de la felicidad), ese lugar donde las fotos parecen sacadas de otro planeta. Escaleras que no llevan a ningún sitio…
O sí: a la mejor foto del viaje.

Allí también hay un columpio colgante frente al mar y un arco blanco donde te prometen que si pasas con tu pareja, tendréis buena suerte. Obviamente pasamos dos veces, por si acaso.

🧅 La estatua de la cebolla

Antes de abandonar la isla, última parada: Uzu no Oka Onaruto Bridge Memorial Museum, donde está la icónica estatua gigante de cebolla, símbolo de Awaji.
Como amante de la cebolla, este era mi trono.

🛣️ El regreso: carretera, culos doloridos y sed infinita

La vuelta fue dura. El cuerpo ya no es el del primer día, y cada bache se sentía como una provocación personal.

Hicimos tres paradas:

  • Para repostar líquidos.
  • Para descansar el culo.
  • Y para mirar atrás y pensar: “qué viaje más memorable.”

🏁 Conclusión: cuando una luciérnaga te cambia el verano

Este viaje no fue solo 442 km. Fue reír, sudar, asombrarse, tener miedo, sentirse libre y querer más.

Todo porque ella un día dijo:

— “¿Y si vamos a ver luciérnagas de mar?”

Y yo, por suerte, dije que sí.


Mapa de nuestra aventura: https://x.jrg.tools/DeLm9K